Ibiza siempre me ha dado miedo. Como amante de la música electrónica más independiente, la imagen de la isla asociada a sonidos comerciales, copas a veinte euros y desfase nunca me ha atraído. Pero Ibiza es parte de nuestra historia y tarde o temprano había que vivirla.
Cala Vadella
Ahora bien, de todas las Ibizas, la de los vips, la fiesta o los hippies, no hemos podido evitar optar por la versión más familiar, es decir, comer, dormir y bañarnos en el mar. Aquí van los highlights de una semana en la que por primera vez en muchos meses hemos desconectado de verdad, que es de lo que se trata:
Operación libro en Sant Antoni
Recién llegados el primer objetivo era localizar una librería porque me había olvidado de las lecturas playeras. Así que por cercanía nos dirigimos a Sant Antoni. Horroroso, es una sucursal playera del hooliganismo. Pubs y garitos con rótulos en inglés, uno detrás de otro, como dice mi amigo Sergio, con olor a San Fermín. Nos encontramos una oficina de turismo y entro a preguntar por una librería. La chica que nos atiende alucina: “Bueno, eso igual en Ibiza, pero aquí hay un estanco que también vende libros”. Encuentro dos joyas que me han salvado la semana: Las memorias del cocinero de La Moncloa y la crónica del caso Snowden, del periodista Glenn Greenwald.
El hippie
De camino a Cala d’Hort nos encontramos a un peregrino en el camino con bastón haciendo autoestop. Es holandés y nos dice que le llevemos donde está la besuga. Con una g que parece una j le digo que no le entiendo pero que me avise y paro. Lleva un racimo de uva, dice que vive en una cueva y que hay una imagen de Shiva pintada, que si vamos le avisemos. Se llama Mark y le dejamos en un cruce con un container, la dichosa besuga es la basura.
La familia
Uno de los motivos por los que acabamos en la isla fue por mi tía-abuela y los primos segundos por parte de padre. Si hemos disfrutado estos días, buena parte se la debemos a ellos, nos ayudaron en todo. Aunque solo habíamos coincidido en un par de ocasiones de ellos, su acogida y la fideuá en familia, es lo mejor que nos llevamos de la isla.
Con la tía-abuela Victoria, murciana-ibicenca, 75 años.
Los amigos
De Barcelona estábamos obligados a saludar a Pat Quinteiro y verla en su entorno como responsable de prensa de clubs, artistas y sellos. Todo energía y simpatía. Quedamos con ella en el Blue Marlin y de paso exploramos el concepto Beach Club, entre botellas de Moet Chandon y cuerpos de anuncio. Nos sentíamos un poco catetos pero lo llevamos con disimulo. Para rematar la jugada, esa tarde pinchaba un Christian Varela que, cada vez más alejado de la electrónica festivalera, dedica sus miércoles a pinchar vinilos de house. El rato que estuvimos dejó caer una buena ristra de clásicos.
De Ibiza quedamos con Cristina Marí, ibicenca y compañera de aventuras en Pristina donde vive y escribe para Kosovo 2.0. Qué alegría verla en su tierra después de compartir los fríos balcánicos. Nos llevó a su rincón de la Salinera Española, al final de Ses Salines. Su Ibiza es otra, la que pasa desapercibida, más humilde, la de todo el año. Para la próxima nos queda pendiente comer flaó y hacer una excursión en kayak.
Desde Moscú llegaron Sergio y Olivia, solo coincidimos el último día, de relax en la playa. Su tour operador les dejó tirados y tardaron 20 horas en llegar, y en tres días arrasaron con Amnesia, Space, Destino y la sala VIP de David Guetta en el aeropuerto. Oh yes oh yes, que diría Carl Cox, el mejor eslogan de la noche ibicenca.
El negocio
Lo negativo de un entorno paradisiaco en el que se deben generar el máximo de ingresos en tres meses para compensar el resto del año. Un estrés que lo ves en la gente que está trabajando y que lo distingue de otros destinos con menos presión estacional. Ésa es una de las cosas que no me gustó de la isla. La voracidad del vendedor es constante.
La música
Aunque no quería ir a un megaclub, no podía pisar Ibiza y no vivir la música, así que nos asomamos a la pre-party de .ENTER, la fiesta de Richie Hawtin, en un beach club de Platja d’en Bossa, que es la playa que aparece en todos los reportajes sobre el desfase de Ibiza. En Bora Bora había un tipo destrozando a Pavarotti sobre el Jaguar de Rolando. Criminal. Por suerte, el clan de Hawtin, con Maceo Plex a la cabeza, inspiradísimo, nos dejó ver lo especial de bailar frente al mar. Y cubierto el cupo de la ibiza fiestera, volvimos al dolce far niente de la hamaca.
Maceo Plex
La comida
Ibiza es muy cara, pero al pagar la cuenta de los restaurantes en los que estuvimos nunca lo hicimos a disgusto. Íbamos bien recomendados. Es Boldadò, en Cala d’Hort, con vistas a Es Vedrà y un bullit històrico, el gran descubrimiento de la gastronomía ibicenca: pescado guisado con patatas, cubierto de allioli, y con el jugo de la cocción luego sirven un arroz a banda de escándalo. Me emocioné. En Cala Vadella, el restaurante Maria Lluisa prepara una de las mejores paellas que hemos comido nunca, repetimos tres veces.
La playa
Nuestro entorno natural. Esquivamos las medusas de Cala d’Hort, Cala Conta, Santa Eulàlia y Cala Vadella, donde estábamos alojados. A primerísima hora de la mañana, con la playa desierta y el agua transparente… oh déu meu.
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